domingo, 11 de diciembre de 2011

El trol

Persona1: Vaya que no se me ocurren buenos sueños en estos días.
Persona2: Esa mente tuya esta demasiado dada a la mierda con tantas drogas y trilogías, escucha bien mi historia, que más bien es un relato de algo que me pasó, posteriormente dame tu opinión, o calla si es que la normalidad del mismo te ha torcido el cerebro.

Teníamos una fiesta en el centro histórico de nuestra ciudad. La música sonaba a todo volumen mientras todos bailaban sin ritmo con personas que no conocían, y aunque esas no eran las normal que dictaba la sociedad a nadie parecía importarle.
Salí pues a la calle, y llegando a la entrada del Metro la gente comienza a armar un disturbio, pues la construcción del Nuevo Edificio ha dejado paralizado al transporte público. Sin pensármelo dos veces, y conociendo a la gente problemática de hace ya un tiempo, decidí tomar otra ruta de camino a casa. Ya lejos de la entrada antes mencionada escuché varias explosiones provocadas por la gente manifestante. Sin entender mucho el como, supe que esa gente había logrado dinamitar la entrada y ahora se arrojaban como clavadistas a las vías donde morían antes de tocar el metal electrificado.

Caminaba por las calles y veía a Amigo entre la multitud. Viéndome también se acercó a saludarme y en un gesto de camaradería ofreció llevarme a una fiesta en un antro de la ciudad. No sin antes hacer como que pienso, pues ya tenía la respuesta en la cabeza, pues ya sabes que no me gusta asistir a dichos eventos, y a punto de contestarle negativamente, aparece M, quien saluda a la acompañante de Amigo, antes que a mi, y es que la acompañante estaba oculta y M es una dama y saluda primero a las mujeres. Después de un abrazo ambas se separan y acuden con sus respectivas parejas. Yo doy media vuelta y me alejo por un callejón.

El callejón resultó ser un vagón de tren. Bajé en la siguiente estación y me di cuenta que a unas calles estaba el sitio donde se realizaría la fiesta. Paso frente al lugar y encuentro a la exnovia de Amigo, quien me pregunta por los disturbios que viví hace unas horas en el Metro. Cuento la historia con lujo de detalle y haciendo ciertas anotaciones de mi valentía ante tal situación. Terminado mi relato, y sin esperar respuesta, doy vuelta de nuevo y me escurro por un callejón abandonado.

Camino entre la multitud, las calles están repletas de subidas y bajadas y de escaleras que llevan a pequeñas y sucias vecindades. Amigo no quiere que me vaya, pero le explico que necesito entrar al oxxo a comprar leche para comer, pues tengo hambre, y señalo la iluminada tienda con ambas manos. Entro al establecimiento y la luz ha quedado fuera, el ambiente huele a rancio y de las paredes sale un olor a muerto que lastima mis ojos. En una esquina están varias mujeres extranjeras encadenadas, sucias y con el maquillaje arruinado. Su raptora, otra mujer, pero esta no tiene ojos, en lugar de eso tiene huecos por donde sale un líquido negro y espeso; la mujer es redonda, de mala cara y más vieja y fea que las mujeres encadenadas, quienes quieren huir. De alguna manera les ayudo a escapar y la mujer sin ojos grita amenazas y maldiciones. Salgo por la parte trasera del establecimiento con el miedo en la garganta. En el callejón hay más mujeres huyendo despavoridas. El origen de su miedo es otra figura femenina muy alta, con piernas largas y muchas de ellas, los dedos son finos. El cuerpo inerte camina apoyándose en las patas de araña que le salen de la espalda. Cuando alcanza a una mujer indefensa, sus ojos se iluminan y sonríe un poco, la toma con los dedos atravesando su cuello, y de un tirón de los pies, le arranca toda la piel junta como si de un vestido se tratara; engulle su trofeo y arroja el cuerpo a un lado. A pesar de todo, algunas mujeres logran escapar por los consejos que les doy, pues ya he pasado por esto antes.

Regreso al edificio y de un brinco escapé del tigre blanco que custodiaba las escaleras de caracol que daban al segundo piso. La puerta del segundo piso daba a una calle sin personas. Camino hacia el metro, pues desde antes quería regresar a casa. En mi tercer paso siento la presencia de una sombra maligna que me persigue, y sé que me hará daño si permito que me dé alcance. En ningún momento veo la sombra pero entiendo que es una larga y obscura persona, de largos brazos y sombrero de copa. Llego a la entrada del transporte y al contacto con la luz, la sombra revela a un hombre encorvado, muy delgado y sin párpados. Se queda con la mirada fija en la entrada mientras yo avanzo al andén.
Ya que no conozco la estación en la que entré, busco los letreros para orientarme, pero las viejas señales están todas torcidas y entrelazadas, además de escritas en una lengua que nadie sabe. Avanzo en una dirección aún sabiendo que podría estar equivocado.

Mi vista se eleva del lugar y viaja hasta una pradera varios cientos de kilómetros lejos de donde me encontraba originalmente. En el prado veo un teatro abandonado, en el lado izquierdo lo corta una montaña y del lado derecho un acantilado muy empinado. El teatro ha sido abandonado hace muchos años, pero hay indicios de gente sin casa viviendo en el, sin embargo, el paso del tiempo los ha convertido en la ilusión de algún desventurado. El letrero medio destruido de la parte superior dice Teatro de beneficencia. Cuando bajo la vista alcanzo a ver a los agentes de la ley que vienen a investigar una serie de violaciones en el lugar. De pronto estoy en el piso y me siento desorientado, con la mirada turbia, sin poder articular palabras, como si mis pensamientos fueran de humo muy espeso que no subiera al cielo ni se disipara en el aire. No puedo si quiera parpadear rápidamente. Los agentes gritan culpable, y solo puedo pensar que yo no fui.

Entre los agente levantan el cuerpo en donde yo estaba, pero solo ha quedado mi alma en el piso. Me incorporo también y veo con detenimiento lo que han levantado antes, mi lengua no puede creer lo que estoy viendo. Sujetado por las axilas, los agentes tiene un cuerpo rugoso y pequeño, de piel rugosa y gris, con grandes orejas y nariz y el poco pelo tapándole medio ojo izquierdo. Era un trol como el de los cuentos. De su boca salen sonidos que los agentes detestan, pero yo alcanzo a entender su significado: ¡Yo no fui, váyanse de aquí, corren peligro!
Los agentes fastidiados ya de no obtener más que balbuces ininteligibles, arrojan al trol al lodo.

En la montaña de la izquierda, despierta la madre del trol con un choque de rocas. ¡No madre, no te molestes, no te robaremos tu aire!-grita el trol en su lento lenguaje. La madre arroja una piedra pesada al lodo donde estaba el trol y los agentes. Cuando el polvo se dispersa, uno de los agentes grita -¡seguimos aquí!- Es entonces cuando la madre se despierta por completo, increíblemente enfurecida arrancando piedras de la montaña, las cuales golpea entre si revelando un mazo y una esfera de metal muy brillante. Arroja al piso sus materiales y de un brinco cae al nivel de tierra. Del aspecto que tenía antes, parecido al de su hijo, ya no queda nada. En su lugar ha aparecido una armadura de bronce muy pesada, pues ha fusionado su cuerpo con la esfera de metal. Ante tal visión los agentes se quedan paralizados, como si su cerebro se hubiera fundido pues su muerte es inminente, como si la razón hubiera abandonado sus oídos.

El trol huye al desfiladero. Entre gritos y arcadas se siente su dolor profundo. Después de tres gritos más comienza a vomitar su propio interior, hasta que desparrama todo su ser espeso y gris en el verde pasto. Con el grito final de agonía, el más fuerte y violento de todos, entiendo que ha dejado de existir.
Mi alma se traslada junto a los despojos del ser. De pronto el trol, o lo que queda de el, se mueve para dar un último grito ahogado. Mi alma se esconde en una grieta del acantilado sudando de miedo, los despojos del trol caen pues el acantilado se hace más prominente, y al llegar al final explota la cabeza y se transforma en un árbol torcido. Mi alma se siente profundamente triste, el dolor le hace doblarse por la mitad. Mientras llora se tapa la cara, todo comienza a dar vueltas y desaparece.

...

2 comentarios:

Lady Vendetta dijo...

Yo creo que jamás lo entenderás... Pero me encanta que sueñes esas cosas, no como yo.

Quién dijo...

Los sueños : una trama interminable de sensaciones que corren al ritmo de tus pies. ¿Hasta dónde has llegado? ¿Mañana despertarás? Probablemente no se entienda la interminable telaraña que se extiende más allá de nuestra almohada.

PD: Recordé mucho la obra de Bewolf.